EL SOCIALISMO Y LA MALA FE.

Tradicionalmente la mala fe se ha asociado con alguna suerte de deseo maligno atribuido a fuerzas metafísicas fuera del control humano, pero en la filosofía existencialista la mala fe está definida como la conducta que intenta esconder la responsabilidad por los propios actos.

En el otro extremo esta la autenticidad que nos anima a vivir con integridad, sin engañarnos a nosotros mismos ni a los demás, a asumir nuestra libertad con la consecuente responsabilidad que ello conlleva.

El socialismo es un sistema que a través de su retórica, progresivamente conlleva a los hombres a renunciar a la misión principal por la cual vinieron al mundo: ser responsables para consigo mismos

Estamos pues enfrentados, ya no tanto por cual o tal  modelo económico es el mejor para el país, sino  por unas diferencias filosóficas de raíces profundas e irreconciliables, por dos cosmovisiones enfrentadas por la concepción de la naturaleza humana, el socialismo que la concibe como débil, incapaz de superarse por sus propios medios, maleable, sin carácter dado, por el contrario el dador o portador de ese carácter es el estado; la mala fe. Y el Liberalismo que considera a la naturaleza humana autentica que nos anima a asumir  la libertad consustancial a nuestro ser y una vida de realización plena, consciente y sin concesiones del propio proyecto vital; la autenticidad.

Como si Dios o la naturaleza fueran gregarios, aborrecieran la individualidad y amaran los monopolios, como si tuvieran por costumbre otorgar a algunos hombres lo que a otros niegan.

Es obvio que al nacer no todos recibimos las mismas características físicas: color de piel, tamaño, estatura.  A unos les ha sido dado la capacidad de hacer de un lápiz  de su lengua para conmovernos con inspiradoras historias, a otros el genio de esparcir el polvo de la tristeza con el viento de su alegría, a algunos la virtud de descubrir nuevos mundos en el universo de su imaginación, pero a todos sin falta, la madre natura nos concedió las virtudes que nos hacen humanos: voluntad, ingenio, responsabilidad, tenacidad, empeño, Libertad…en una palabra; nos dio una personalidad.

Renunciar a creer que son las últimas y no las primeras las virtudes que distinguen a los hombres los unos de los otros, seria renunciar  al ejercicio de dichas facultades y al desarrollo de nuestra personalidad, sería asumir  la actitud infantil de la víctima que se sienta a patalear  porque  el mundo no se hace eco ni mesonero de sus deseos, el socialismo es pues el promotor de esa mala fe que menosprecia a los hombres por ser diferentes, que considera una herejía el ejercicio de la propia personalidad fuera de las ordenanzas o preceptos que impone el Dios Estado a los hombres, negándole su preciada autenticidad que es la liberadora de todas las virtudes que nos conforman como hombres libres.

Por eso creo en el liberalismo porque en sus postulados hay mucho más que ciencia económica, mucho más que los principios necesarios del buen gobierno y el papel del estado, están en él unos principios de vida grandiosos y  a veces lo grandioso tiende a ser abstracto, tan  abstracto que en oportunidades se agotan las palabras para describir esa grandiosidad.

¿Fe o superstición?

malasuerte

Persignarse, santiguarse, pagar penitencias, colocarse collares, realizar rituales especiales, ¿son estas cosas expresiones de fe o serán acaso formas encubiertas de superstición?

Los rituales no son otra cosa que rutinas que nos sirven para realizar ciertas y determinadas acciones de manera automática, si los seres humanos no tuviéramos rutinas cada mañana comenzaríamos olvidando todo lo que hemos aprendido, visto de esta manera las rutinas son provechosas en tanto cumplan con este cometido pero serán potencialmente dañinas cuando se practiquen con fines distintos.

Hoy en día es común encontrar en los medios de comunicación masivo a toda clase de charlatanes, pseudomaestros de distintas denominaciones religiosas y de filosofías orientales, mercadeando con la fe de la gente, prometiéndoles cosas tales como: prosperidad, alejar los males, atraer a la pareja ideal o colocar el universo a su favor y para ello no tienen recato en asegurar que todas estas cosas son posibles conseguirlas solo con efectuar algún ritual que puede ir desde algo tan absurdo como ordenar la casa en cierta y determinada forma hasta realizar un pacto con Dios.

Parece pues increíble que en pleno siglo 21 estos atavismos, que debieron quedar sepultados después de la era de la ilustración donde el hombre paso de la superstición a la ciencia y de la monarquía a la democracia, algunas personas se sigan aferrando a este tipo de doctrinas o filosofías.

Nuestro cerebro evolucionó hasta convertirse en una criatura de hábitos con una baja tolerancia a la ambigüedad, cuando lo factico y lo impredecible toca a nuestra puerta necesitamos una respuesta y al no encontrarla recurrimos a este mecanismo para explicarnos el porqué, pero en la antigüedad no fue así el hombre primitivo estaba constantemente al filo de lo impredecible, la vida y la muerte convivían en perfecta armonía, no existían trabajos con beneficios de jubilación, ni siquiera el alimento estaba garantizado, quizás la industrialización y la tecnología han hecho una contribución importante en materia de progreso y de desarrollo pero todo eso ha venido aparejado con otros males.

Pero ¿Cómo lo combatimos?

Asumiendo una postura filosófica de flexibilidad, es decir comenzar por reconocer que la vida no es lineal, que existe la ley de las probabilidades, que a cualquiera le puede sobrevenir una época de crisis y que nadie tiene una vacuna para evitarla, que la prosperidad es el fruto de un esfuerzo sostenido e inteligente, solo a través de una acción física un hombre puede causarle un daño a otro, en conclusión el hombre es absolutamente ajeno a alguna influencia metafísica, ningún rito atraerá o repelerá el bien o el mal.